El Papa Francisco era Antiguo Alumno Salesiano, del Colegio Salesiano de Ramos Mejía en Argentina y desde entonces cogió mucho cariño a la figura de Don Bosco. Existen muchas referencias del Papa a Don Bosco, cada 31 de enero le recuerda con una pequeña reflexión. Pero esta vez cogemos algunas palabras del prefacio que escribió al libro “Evangeli Gaudium con Don Bosco”. En este prefacio Francisco habla de cómo ser salesiano hoy en día.

“Ustedes los salesianos tienen la fortuna de tener al fundador, Don Bosco, que no era un santo con cara de ‘Viernes Santo’, triste, amargado… sino que tenía un rostro de Domingo de Pascua. Siempre fue alegre, acogedor, a pesar de las fatigas y dificultades que lo asediaban cada día. Como escriben en sus Memorias Biográficas, “su rostro radiante de alegría mostraba, como siempre, su felicidad al estar entre sus hijos” (MB. tomo XII, 41). […]

Su mensaje ha sido revolucionario en un momento en que los sacerdotes vivían alejados de la vida del pueblo. Don Bosco puso en práctica el “alto nivel de vida cristiana” entrando en la “periferia social y existencial” que se desarrollaba en el siglo XIX en Turín, capital de Italia y ciudad industrial, que atrajo a cientos de jóvenes en busca de trabajo. De hecho, el “sacerdote de los jóvenes pobres y abandonados”, siguiendo el consejo clarividente de su maestro San José Cafasso, salió a las calles, a las obras, a las fábricas y a las cárceles, y allí se encontró con muchachos abandonados y solitarios, a merced de los patrones inescrupulosos. Llevaba la alegría y el verdadero cuidado de educador a todos los jóvenes que sacaba de las calles, y que encontraban en Valdocco un oasis de serenidad y un lugar donde aprendían a ser “buenos cristianos y honrados ciudadanos”.

La pregunta que ustedes deben hacerse es: ¿Qué salesiano de Don Bosco debemos ser para los jóvenes de hoy? Yo diría: un hombre concreto, como su fundador, que como joven sacerdote prefirió el servicio entre los muchachos pobres y abandonados a su carrera como tutor en las familias de los nobles. Un salesiano que sabe mirar a su alrededor, que tiene la capacidad de ver las situaciones y los problemas críticos, los afronta, los analiza y toma decisiones valientes. Está llamado a encontrarse con todas las periferias del mundo y de la historia, con las periferias del trabajo y de la familia, de la cultura y de la economía, y que definitivamente tienen necesidad de ser sanados.

El salesiano es un educador que abraza las fragilidades de los muchachos que viven en la marginación y sin futuro, se inclina sobre sus heridas y las cura como un buen samaritano. […] Como enseña Don Bosco, todavía hoy, el salesiano reconoce en cada uno de ellos, incluso en los más rebeldes y fuera de control, “el punto de acceso al bien”, sobre dónde trabajar con paciencia y confianza. Finalmente, el salesiano es el portador de la alegría, la que nace de la noticia de que Jesucristo ha resucitado y que incluye toda condición humana. Dios no excluye a nadie. No nos pide que seamos buenos para amarnos. Y ni siquiera nos pide permiso para amarnos. Él nos ama y nos perdona [..]

A los muchachos se les debe llevar esta bella noticia en lugar de darles noticias que pasan todos los días en los periódicos y en la red. Cristo ha resucitado verdaderamente, y para demostrarlo fueron Don Bosco y Madre Mazzarello, todos los santos y beatos de la Familia Salesiana, así como todos los miembros que cada día transfiguran la vida de los que se encuentran con ellos, porque fueron los primeros en ser tocados por la misericordia de Dios. El salesiano se convierte de esta manera, en testigo del Evangelio, de la Buena Nueva, que en su sencillez debe afrontar la compleja cultura de cada país”

Papa Francisco

Prefacio “Evangeli Gaudium con Don Bosco”.

Equipo de pastoral escolar