Por Francisco J. Cánovas

Director del Centro Juvenil Salesiano Áncora
Toda crisis va cogida de la mano de una oportunidad. Al menos así lo hemos vivido en nuestro centro juvenil a raíz de la crisis vivida a finales del curso pasado que provocó la suspensión del campamento de verano.
¿Cuál ha sido la oportunidad? Nos hemos dado un tiempo suficiente para reflexionar y resituarnos como oferta educativa y evangelizadora en el seno de nuestra casa salesiana de Cartagena. Por este motivo las actividades de este curso han empezado en febrero. Hemos dedicado todo este primer semestre del curso a renovar y adecentar las salas del centro juvenil; a renovar la estructura interna de funcionamiento y del equipo de animadores; a la formación y convivencia de los animadores y preanimadores que han continuado apostando por nuestro proyecto salesiano.
Siguiendo el plan diseñado y cumpliendo los plazos establecidos, el pasado sábado 3 de febrero, después de haber realizado unas semanas antes una reunión informativa para padres, comenzamos las actividades con los niños, adolescentes y jóvenes.
La fiesta de inicio estaba ambientada en la época medieval. Los juegos y talleres preparados transportaron a la época de las princesas y caballeros a los casi 200 participantes. Con la llegada de la noche, llegaban también los familiares y amigos que se acercaron a compartir la cena con una gran barbacoa y el concierto del grupo «Modus Operandi».
La envergadura de esta actividad de inicio, la amplia participación y el número de familias que ya han inscrito a sus hijos en el centro juvenil nos demuestra que seguimos siendo una oferta educativa atractiva y seria, que hay cientos de familias que confían en nuestro proyecto, que estamos arropados por voluntarios y colaboradores que siguen dando su tiempo y cualidades a los niños y jóvenes que frecuentan el centro juvenil de esta casa salesiana. El tardío inicio de curso en nuestro centro juvenil nos ha ayudado a comprender que las crisis son necesarias para crecer y no perder el rumbo; que no estamos afincados en un solar desierto, sino en el prado de los sueños de Don Bosco.