En la festividad de Mamá Margarita recordamos una historia que muestra la confianza de Margarita en Dios a través de su hijo Juan.
De Mamá Margarita podríamos destacar un millón de cosas o de vivencias: quedarse viuda con 3 hijos a su cargo, dejar a tu pequeño salir de casa con unos desconocidos para que pueda estudiar, la frase que le dice a don Bosco cuando coge el hábito (“Nací pobre, he vivido pobre y quiero morir pobre. Más aún, te lo quiero decir con claridad: si te hicieras sacerdote y por desgracia llegaras a ser rico, no pondría mis pies en tu casa. Recuérdalo bien” ). Pero hoy nos quedamos con el SÍ que le da a Don Bosco, ya con 58 años, siendo mayor para volver a liarse en otro proyecto de su hijo:
El sí de Mamá Margarita
Nos situamos en otoño de 1846, después de que a Don Bosco le obligaron a volver a Ibechi con su madre para recuperarse de sus problemas de salud provenientes del intenso trabajo en el oratorio. Por fin había encontrado un lugar fijo para su oratorio en Valdocco, pero había pasado muchos años de desgaste y trabajo que habían dañado su salud.
Después de unos días de intimidad entre madre he ido, Don Bosco se dio cuenta que lo que faltaba en el Oratorio era una persona de confianza, que le ayude, que le aconseje y que sea la figura materna de sus chicos.
El párroco de Castelnuovo le recomienda “lleva a tu madre contigo”, pero Juan duda, ¿Cómo pedir a su madre que abandone I Bechi donde estaba muy a gusto, era conocida por todos y vivía tranquila en su tierra con sus nietos? ¿Cambiar, a sus 58 años, una vida campesina tranquila para mudarse a una ciudad ruidosa en medio de jóvenes maleducados?”
Pues con todo esto, la respuesta de Margarita fue “Si te parece ser del agrado del Señor, estoy dispuesta a partir inmediatamente”. (¿No os suena esta respuesta a alguna otra?) Tomó su canasta, puso algo de ropa y algunos objetos.
Mamá Margarita estuvo 10 años en el oratorio hasta que falleció en 1856. Se convirtió en esa figura materna que quería tener Don Bosco, para sus chicos y para sus colaboradores, se encargaba de arreglar los pantalones y las prendas de todos, cocinar, instaurar la tradición de las buenas noches…
Pido que todos seamos capaces de dar ese SÍ al Señor, de saber qué nos pide en cada momento y ponernos a disposición sin dudar, sin excusas de edad, de conformismos, sin pensar en lo mejor para nosotros, sólo en lo mejor para estos jóvenes que Don Bosco pone en nuestras manos.
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